Por: Edgar Hozzman
Albert Einstein no solo fue el más grande científico, que quizá, haya tenido la humanidad, sino además un hombre lleno de ingenio y de un humor agudo e irónico. Apropósito de su exposición en Bogotá nos dimos a la tarea de recuperar algunas de sus muchas anécdotas, de las que protagonistas grandes personalidades del momento.
Durante una rueda de prensa un periodista preguntó algo que para el comunicador podía tener mucha lógica:
– ‘¿Me puede Ud. explicar La Ley de la Relatividad?’
Y Einstein le contestó: ‘¿Me puede Ud. explicar cómo se fríe un huevo?’
El periodista lo miró extrañado y le contesta: ‘Pues, sí, sí que puedo’.
A lo cual Einstein replicó:
– ‘Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego’.
Durante el nazismo, y por ser judío, Einstein debió de soportar una guerra que en su contra fue urdida con el fin de desprestigiar sus investigaciones. Uno de estos intentos se dio cuando se compilaron las opiniones de cien científicos que contradecían las teorías de Einstein editadas en un libro llamado ‘Cien autores en contra de Einstein’.
A esto Einstein respondió: ‘¿Por qué cien? Si estuviese errado bastaría sólo con uno’.
En una conferencia que el científico dio en un colegio de Francia, el escritor francés Paul Valery, le preguntó:
– ‘Profesor Einstein, cuando tiene una idea original, ¿qué hace? ¿La anota en un cuaderno o en una hoja suelta?’
-‘ Señor Valery, cuando tengo una idea original no se me olvida’.
Einstein tuvo tres nacionalidades: alemana, suiza y estadounidense. Al
final de su vida, un periodista le preguntó qué posibles repercusiones
habían tenido sobre su fama estos cambios.
Einstein respondió:
– ‘Si mis teorías hubieran resultado falsas, los estadounidenses
hubieran dicho que yo era un físico suizo; los suizos que era un
científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío’.
En 1919, Einstein fue invitado por el lord inglés Haldane a compartir
una velada con diferentes personalidades. Entre éstas había un
aristócrata muy interesado en los trabajos del físico, por lo que se sentó a su lado.
Tras una larga conversación, el inglés explicó a Einstein que había
perdido recientemente a su mayordomo y que aún no había
encontrado un sustituto.
– ‘La raya del pantalón la he tenido que hacer yo mismo, y el
planchado me ha costado casi dos horas’.
A lo que Einstein comentó:
-‘Me lo va a decir a mí. ¿Ve usted estas arrugas de mi pantalón? Pues
he tardado casi cinco años en conseguirlas.’
En una reunión social Marilyn Monroe se cruzó con Albert Einstein y
le sugirió lo siguiente:
-‘Qué dice profesor, ¿deberíamos casarnos y tener un hijo juntos? ¿Se
imagina un bebé con mi belleza y su inteligencia?’.
Einstein muy serio le respondió:
– ‘Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y
terminemos con un hijo dueño de mi belleza y de su inteligencia’.
Y por fin una que lo sorprendió: Se cuenta que en una reunión social Einstein coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación, Einstein le dijo a Chaplin:
-‘Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira’.
A lo que Chaplin respondió:
-‘Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo lo admira y
prácticamente nadie lo comprende’.
Y por último uno de los chistes favoritos que Einstein relatara en
reuniones con políticos y científicos.
Se cuenta que en los años 20 cuando Albert Einstein empezaba a ser
conocido por su Teoría de la Relatividad, era con frecuencia
solicitado por las universidades para dar conferencias.
Dado que no le gustaba conducir y sin embargo el coche le resultaba muy
cómodo para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje, Einstein le comentó al chofer lo
aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez.
– ‘Si quiere -le dijo el chofer- lo puedo sustituir por una noche. He
oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por
palabra.’
Einstein estuvo de acuerdo y antes de llegar al siguiente lugar,
intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante.
Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y como
ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se
descubrió la farsa. El chofer expuso la conferencia que había oído
repetir tantas veces a Einstein.
Al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta.
El chofer no tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta, sin
embargo tuvo una chispa de inspiración y le contestó:
– ‘La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que
se la responda la persona que se encuentra al final de la
sala…, que es mi chofer’.
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