Millonarios no solamente debe devolver las dos estrellas que se ganó con el dinero del narcotráfico, -y eso resulta bien como acto de contrición-, sino que debe, además, recuperar la dignidad de su fútbol y de su tradición como club. Un 8-0, por más que sea en un partido amistoso, con uno de los mejores equipos del mundo, es un 8-0, y eso deja mal parado a cualquier equipo en cualquier circunstancia.
La idea que tuvo Nohemí Sanin, presidenta de su junta directiva, de lucirse en Europa con la institución que dirige, le salió mal, porque ese no era el propósito; quizá presupuestaba perder, pero no por tanto, ni de manera tan humillante, que hasta Kaka hizo un gol con la colita.
Ella, Nohemí, utilizando su influencia, los pergaminos que dejó como embajadora, su amistad personal con el presidente y directivas de Los Merengues, así como el invento de un torneo en honor al maestro Di Stéfano, quiso mostrar su equipo en el Santiago Bernabéu, pero este era un plato demasiado exquisito para tan pobres comensales, y el postre merengue…ni se diga, muy fino para ellos; y hablamos como hinchas del ballet azul y no como sus oponentes.
Peco por incauta la ex ministra. Le faltó visión para saber la calidad de club que dirige. Que el marcador haya sido más bajo, vaya y venga, después de todo, se jugó con quien se jugó, pero fue doblemente ridículo lo que pasó porque también dejó en ridículo a nuestro pobre torneo de clubes que por culpa de las mafias de las drogas y de la corrupta Federación que lo maneja, esta como esta.
En la cara del arquero del equipo colombiano se veía la impotencia de jugar con un equipo infinitamente superior, que a pesar de utilizar la reserva, los bailó y demostró porque los llaman el Ballet azul. Vergonzosa la presentación no solamente para Millonarios, para nuestra ex -ministra, para sus directivas y su entrenador, sino para el fútbol colombiano, entre otras cosas, porque quien jugaba era el líder de nuestra liga, es decir, el máximo representante de nuestro balompié, después de La Selección de Mayores.
Aprendimos la lección de la improvisación ante los ojos del mundo y comprendimos que estamos a años luz de tener un torneo de calidad comparable con el de las grandes ligas. A esta industria deportiva llamada fútbol colombiano le falta mucho madurez y transparencia.
Otra vez será.