Uno no puede menos que estar de acuerdo con las marchas que a lo largo del país realizaron los estudiantes contra la reforma universitaria del Gobierno. Y lo debe de estar por varias razones:
Porque hicieron una protesta pacífica, abrazando la fuerza pública para que viera que no debía agredirlos y para demostrar que deseaban un trato justo, cosa que lograron alejando de ella a los boicoteadores de las Farc y a los mamertos de izquierda que aun depredan en este país. Debemos estar de acuerdo porque no buscaban derrocar al Gobierno, ni a un ministro y mucho menos pedían un aumento salarial; solamente pedían lo más valioso que puede tener un país ¡ilustración!, que es precisamente lo que siempre le han negado a Colombia los dirigentes mediocres que durante siglos nos han gobernado.
¿Puede haber algo más honroso que un país ilustrado?, y ¿una protesta más justa que la que se haga por una educación con calidad, cuándo en ella están implícitos no sólo el futuro de los jóvenes sino el del país? ¿Qué estaban equivocados y qué la reforma es buena? Seguramente si, seguramente no. Pero es que la obligación del Gobierno no es la de amenazarlos como lo hizo el Ministro del Interior, sino la de hacerles entender su equivocación. Son jóvenes llenos de aspiraciones, no analistas, y la duda que tengan también les da derecho a protestar, más aún cuando la Ministra -que sabe más de cámaras de comercio que de educación-, se reunió con los delegados estudiantiles y no tuvo en cuenta sus opiniones para el proyecto presentado al Congreso.
Mayor derecho a protestar existe, cuando las universidades están quedando en manos de políticos como es el caso de la Universidad Cooperativa. Lógico es pensar que los intereses oscuros del Congreso, pueden reglamentar más en favor estos políticos “educadores”, que en la ilustración y en el bolsillo de los estudiantes. Por todo lo anterior, y por la ilustración: ¡Adelante muchachos! ¡Ni un paso atrás! ¡El país está con ustedes! Y echando mano de vuestro lenguaje estudiantil, un consejo: no dejen que la protesta se agusane por las malas influencias de la izquierda maluca y sobre todo por agitadores profesionales.