Por: Antonio Andraus
La marca de los 56 imparables en juegos consecutivos del inmortal Joe DiMaggio, de los Yanquis de Nueva York, sigue vigente. Pete Rose ha sido el pelotero más cercano al registro.-
Transcurrieron, días más, días menos, 40 años para que Hank Aaron, de los Bravos, rompiera el registro de 714 cuadrangulares de Babe Ruth, de los Yanquis, el batazo que inmortalizó el ‘’bambino’’ de Baltimore con sus descomunales vuelacercas en todos los parques de pelota de las Grandes Ligas.
Por eso, cuando el pasado domingo 15 de mayo se cumplieron los 75 años de la iniciación de la marca impuesta por Joe DiMaggio, el otro inmortal de los Yanquis, con sus 56 indiscutibles alcanzados en juegos de manera consecutiva, volvió la gran polémica que despierta entusiasmo entre los seguidores de unos y otros, sobre que es más importante: ‘’el bambinazo’’ que es la mayor explosión de júbilo a la ofensiva que puede alcanzar un bateador, o el inatrapable que se produce para desarrollar una buena acción del juego, en un momento oportuno del mismo.
Jamás nos pondremos de acuerdo. Por dos cosas muy sencillas, pero a la vez concluyentes: un tablazo de circuito completo produce, inmediatamente, por lo menos una carrera o un máximo de 4, cuando el bateador cumple con su turno encontrando en circulación tres compañeros. ¡Pero ah qué difícil es despachar un cuadrangular! Empero, cuando un bateador conecta imparable con compañeros en circulación, muchas cosas pueden suceder, dependiendo de las circunstancias del juego y del momento en que se produzca la acción. Porque ese indiscutible puede ser un sencillo o un triple, y puede traer hasta tres carreras, si las bases están congestionadas, y no traer ninguna, sin las bases están limpias. De modo que el jonrón resulta ganador, a simple vista.
Sin embargo, hay una pregunta en concreto: ¿Cuándo se podrá contar con un bateador que alcance 56 batazos de vuelta completa en igual número de partidos? Las apuestas indican que jamás. Y las probabilidades matemáticas indican lo mismo.
Bueno. Tampoco es fácil conseguir que un bateador conecte imparables en 56 partidos en igual número de encuentros. En el béisbol, nada es fácil.
Dejemos de ese tamaño la discusión, para terminarla otro día.
En mala racha
Ese 15 de mayo de 1941, el astro de los Yanquis de Nueva York rompió una mala racha de bateo, que venía desde muchos días atrás, al conectar su primer indiscutible de los 99 que despachó en los 56 partidos en donde impuso la legendaria marca de bateo, para muchos críticos y analistas, el registro más difícil de batir aun cuando estemos en esta era moderna del béisbol.
Durante esos 56 encuentros, DiMaggio logró 99 inatajables, para un promedio ofensivo de 408 puntos, incluyendo 15 ‘’bambinazos’’, 5 triples, 35 dobles y 44 sencillos, con 55 carreras impulsadas. Es que además de la hazaña de estar despachando la pelota a terrenos de nadie en 56 desafíos, Joe le produjo una barbaridad a su novena, como indica el archivo histórico de la marca, que empezó, como ya anotamos, un 15 de mayo y concluyó el 17 de julio de ese año de 1941.
Ese día, el 17 de julio, DiMaggio vio detenida su imparable racha de batazos a terrenos de nadie, cuando los Yanquis jugaban en Cleveland, al ser dominado por el abridor de la tribu Al Smith, quien además lo había caminado hasta la inicial en una ocasión por bolas malas; y en el octavo episodio, cuando las bases estaban llenas, el relevista Jim Bagby Jr., lo trabajó de tal manera que un lanzamiento hacia abajo del pentágono lo obligó a batear al campo corto, para que se produjera una jugada de doble matanza.
En ese momento quedó detenida la marca que está vigente y que, sin duda alguna, llegará incólume a los 75 años de permanencia el próximo 17 de julio venidero.
Un bateador de esa dimensión no se da todos los días en el juego del béisbol. Ténganlo por seguro. Otro Joe DiMaggio no está en ciernes todavía.
Joe DiMaggio superó el registro establecido por Willie Kleeler, de la novena de Baltimore, con 45 partidos consecutivos conectando inatrapables, que había señalado en 1897. Y Keeler fue el encargado de imponer una nueva marca, al batir la de 42 partidos seguidos despachando indiscutibles que alcanzó Bill Dahlen, del Chicago, en 1894.
Nada es imposible
En el béisbol, como en todas las cosas de la era moderna, nada es imposible. Pero los estudiosos de las estadísticas, los matemáticos, los técnicos, los expertos y los analistas del juego, sostienen que cada día que transcurra, será más difícil superar el registro de DiMaggio.
Los que conocen en profundidad las técnicas del béisbol, sostienen que Joe tenía una vista privilegiada para seguir los lanzamientos de los serpentineros rivales, y que su bate cubría con dimensión exacta con el alcance de su extensión y de sus brazos, la totalidad de la zona del plato, lo que le permitía chocar con más frecuencia los envíos de los lanzadores a los cuales se les enfrentaba.
Una combinación entre la habilidad de José Altuve, de los Astros de Houston, y el formato de usar el bate de Miguel Cabrera, de los Tigres de Detroit, ambos venezolanos, sería la combinación ideal para ver representado a Joe DiMaggio en el béisbol de las Grandes Ligas de este nuevo milenio. Otros indican que podría ser la estructura del bateo de Bryce Harper, de los Nacionales de Washington, y el movimiento ofensivo sobre el plato del japonés Ichiro Suzuki, de los Marlins de Miami, lo que podría encarnar lo que fue el inolvidable Joe con el uniforme de los Yanquis.
Es que si peloteros de la talla y dimensión de Ty Cobb, de los Tigres de antaño, y Pete Rose, de los Rojos de la era moderna, no pudieron conseguir la marca de DiMaggio, ambos con habilidades extremas con el uso del bate, muy pocos nuevos jugadores con esos quilates ofrecen alguna opción para llevarse por delante la marca del inmortal jugador de los Yanquis.
Cobb fue un pelotero de excelsas cualidades con el bate al hombro, logrando llegar a 40 partidos consecutivos despachando incogibles, en la temporada
de 1911, y fue por muchos años, el mejor bateador de inatrapables de todos los tiempos en el Béisbol Organizado, hasta cuando apareció Pete Rose, quien superó el registro. Ty señaló 4.191 indiscutibles en su larga carrera, la que permaneció por un buen tramo, como la mejor en esa tabla en la pelota de las Grandes Ligas, contra 4.256 con los cuales concluyó la vida beisbolera de Rose, el nuevo registro vigente en materia de imparables en la Gran Carpa.
Pete Rose es quien más cerca ha estado del registro de DiMaggio, consiguiendo inatrapables en 44 partidos de manera consecutiva, lográndolo en la temporada de 1978.
Vale la pena señalar que George Sisler, de la novena de San Luis, alcanzó a dar batazos inatrapables en 41 partidos en 1922, es decir, estuvo a 5 desafíos de superar la que estaba vigente desde 1897, en manos de Willie Keeler.
En los últimos años, Paul Molitor, hoy miembro del Salón de la Fama y actual estratega de los Mellizos de Minnesota, en 1987, alcanzó a conectar inatajables en 39 compromisos consecutivos; mientras que Jimmy Rollins, con los Filis de Filadelfia, marcó imparables en 38 juegos en línea, terminando la temporada 2005 y abriendo la del 2006.
Insignia yanqui
DiMaggio marcó una era indiscutible con sello triunfador con los Yanquis de Nueva York, y le correspondió ser la insignia de la novena, cuando ya Babe Ruth no estaba en la nómina y Lou Gehrig se había ido del béisbol.
Con su presencia en la alineación, los Yanquis ganaron 9 títulos de Series Mundiales, conquistando además, el calificativo de ‘’caballero del béisbol’’ por su don de gentes y por la forma en que trataba a sus compañeros y a los seguidores de la novena, pese a su fugaz y conflictivo matrimonio con la actriz, Marilyn Monroe, que le ofreció notoriedad momentánea pero que a la vez, le trazó un manto de duda por sus posibles malos tratos a su pareja, hechos sobre los cuales nunca hubo pruebas.
El ‘’Yankee Stadium’’ como escenario, no le favoreció como bateador derecho, debido a que la cerca estaba situada por encima de los 310 pies en el jardín izquierdo, despachando apenas 148 ‘’bambinazos’’ en su casa, mientras conectaba 213 en los estadios donde jugó en plan de visitante.
DiMaggio fue un extraordinario chocador de pelotas que le permitió pertenecer a la élite de los mejores bateadores, con promedio de 300 o más puntos en 11 de las 13 temporadas que jugó con los Yanquis de Nueva York — en las campañas de los años 1943, 1944 y 1945 no participó por estar prestando servicio en la II Guerra Mundial —, consolidando de por vida 325 de promedio, con 2.214 imparables, incluyendo 389 dobletes, 131 triples y 361 cuadrangulares, con 1.537 carreras empujadas y 1.390 anotadas.
De brazo envidiable y de excelentes piernas, era seguro como jardinero central de su novena y tenía fama de estar siempre atento a la jugaba que le correspondía efectuar en cualquier momento del partido.
Joe DiMaggio significa toda una era de triunfos de los Yanquis, un ícono tan valioso como muy pocos ha tenido la afamada novena del Bronx, a la cual representó en 13 Juegos de Estrellas, en 3 ocasiones fue el Jugador más Valioso de la Liga Americana y en 1955 fue acogido con un nicho en el Salón de la Fama de Cooperstown.